viernes, 1 de octubre de 2010

Defendiendo lo indefendible




En días pasados fuí, victima de una mudanza, esa práctica temeraria e impostergable. Es como un exorcismo, guardamos cosas, nos deshacemos de otras, regalamos, en el mejor de los casos unas más. Nos confronta en medio de cajas y bolsas con el pasado, el presente y el futuro.

La ocasión de esta entrada, es la cantidad de revistas que tuve que despedir en la mudanza, alrdedor de 60 revistas no pasaron el filtro de poseer una foto o un artículo que valiera la pena para desplazarla. Acumuladas a lo largo de los últimos 7 años, algunas llegaron por una suscripción, otras como muestra gratis, y la mayoría como impulsos frente a los anaqueles del área de revistas de alguna tienda.

Y es que la revista a diferencia del libro, nos muestra la información de forma más inmediata, lo que está ocurriendo en el tiempo próximo. La información de las revistas nos mantiene actualizados. Podríamos encontrar información en internet es cierto, pero lo admito soy un fetichista del papel y el gusto de tener las letras entre las manos es irremplazable.

Consejos maternales han habido desde mi adolescencia, donde mi gusto por harceme mensualmente de un nuevo número ya existía, el consejo esgrime que lo que gasto en ellas, bien podría aprovecharlo de otra manera. Tiene nazón.

Mi elección, sin embargo, es gastar en ellas, divertirme, actualizarme, informarme, sorprenderme, inspirarme y tener cosas para empacar en la próxima mudanza.

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