Bienaventuradas esas miradas encontradas en el Metro, anhelantes, con desconocidos, pupilas extraviadas y fijas durante una fracción de segundo, cerciorádose de que el objetivo es equívoco.
Uno acaba de recordar algo y levanta la vista bruscamente. Otro gira la cabeza en coincidencia, aquella parece a punto de iniciar un diálogo. Y sin embargo hay un mundo detrás de cada mirada. Difícilmente alguno encontrará lo que busca, no al menos en este vagón...
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